¿Estamos obsesionados con el sexo?
Cuando hablamos de lo que supone ser humano, siempre hay cuatro pasos que se cuentan como indispensables en nuestra vida: nacer, crecer, reproducirse y morir. Es muy curioso que solo uno de esos pasos tenga que ver con nuestra propia conciencia y consentimiento. Que lo llevemos a cabo de manera consecuente, o al menos en la mayoría de los casos. Nacemos porque sí, nadie nos pregunta, y el crecer, por más que muchos lo deseen, es algo inevitable. La única certeza en la vida de todos es que algún día dejaremos de estar aquí, al menos en cuerpo, así que morir también es inamovible. Pero, ¿y el paso de reproducirse? ¿Por qué se incluye algo tan especial dentro del guión resumido del paso de cualquier persona por nuestro planeta? Porque seguimos siendo animales y, como especie, lo que queremos es perpetuarnos, traer más vida al mundo, conseguir que nuestros genes se expandan.
Reproducirse es engendrar nueva vida y para ello necesitamos de las relaciones sexuales. Es cierto que con la tecnología actual, el sexo tradicional está quedando cada vez más atrás. No es que esté perdiendo vigencia, ni mucho menos, pero se enfoca de una forma diferente. Las relaciones antes eran mantenidas para traer descendencia al mundo. Ahora es el placer sexual lo que impera sobre el propio hecho de tener hijos. Las cosas han cambiado muchísimo desde la invención y proliferación de los preservativos y otros métodos anticonceptivos. Estos han permitido darle un nuevo enfoque mucho más divertido y hedonista al sexo, el placer por el placer, sin las consecuencias de tener relaciones. Desde ese punto de inflexión, el sexo ha ido fagocitando otras muchas parcelas de nuestra vida hasta convertirse en algo absolutamente básico para muchos. Tanto que hasta se cuenta como obsesión, o como adicción, en demasiados casos. Personas que son adictas a la pornografía, a tener relaciones con desconocidos, a pagar por ellas si es necesario, porque encuentran en ese chute emocional su única forma de sobrevivir a un mundo complejo y cruel. El sexo es una de las mejores cosas de la vida, y conforme nuestro entorno se vuelve más oscuro, es natural tender a refugiarnos en él, pero, ¿a qué precio?